El marplatense, que es presidente de la ISA y el responsable de que el surf sea olímpico, tuvo doble felicidad: volvió al agua y a pararse en la tabla tras 8 meses por un accidente.
Mar del Plata fue la última ciudad costera de la provincia de Buenos Aires que habilitó los deportes náuticos, por ahora sólo como parte de una prueba piloto de una semana, con la posibilidad de extenderla dependiendo de sus resultados. Fernando Aguerre, presidente de la Internacional Surfing Association desde 1994 y que desde hace varios años se radicó en Estados Unidos, pasó la cuarentena en la ciudad. Fue uno de los muchos que trabajaron para lograr que el deporte -insertado en el programa oficial de los Juegos Olímpicos (estuvo en los Panamericanos 2019 y debutará en Tokio 2021)- fuera autorizado a regresar.
“Mar del Plata fue la última en lograr el permiso, parecía que no iba a llegar nunca… Estos 105 días se sintieron interminables. Al principio entendimos que la cuarentena y el aislamiento eran la mejor solución, pero con el paso del tiempo, y viendo que la ciudad tenía un bajísimo nivel de contagios, se fue creando un consenso, la gente dándose cuenta que era tiempo de flexibilizar las salidas. Afortunadamente el intendente Guillermo Montenegro y demás autoridades coincidieron. Ahora todos debemos seguir con mucha responsabilidad para que la prueba se convierta en permanente”, cuenta el marplatense.
Su felicidad es doble porque no sólo pudo volver al mar y las olas, sino que además pudo pararse en una tabla de surf por primera vez en ocho meses, tras el grave accidente de skate en octubre del 2019.
“Fue increíble, en un mismo día, volví al mar y fue mi primera surfeada de pie. En el verano sólo había surfeado acostado y ahora me paré en la primera ola, luego surfee varias cerca de amigos y familiares. Fue mágico. De alguna forma volver al mar fue como volver a la vida. Al salir, recordé todo lo bien que nos hace el mar, al deslizarnos en la energía de la naturaleza… Porque eso es la ola: vientos lejanos con mareas apropiadas que se combinan y sale una energía hecha ola, que nosotros aprovechamos en su última etapa para ir hasta la playa”, describe Aguerre.
Tabla en mano, sonrisa ancha y puño apretado, Martín Passeri sale del agua con su hijo Thiago y se desahoga en medio de Playa Varese en Mar del Plata. Un grito que resume lo que vivió el surf (y sus practicantes) en su regreso al agua luego de más de tres meses sin pisarla. El Guerrero (45 años), como es conocido el seis veces campeón argentino, disfruta como nene con chiche nuevo, casi como si fuera la primera vez, como si no hiciera 39 años que lleva metiéndose al mar para hacer lo que ama y lo que, desde hace 25, le da de comer a él y a su familia. Y qué mejor que gozar con su pichón (de crack, a los 11 años), una de las joyas del semillero nacional. “Estos 105 días sin surfear, sin hacer el deporte que amo desde que tengo uso de razón, fueron muy duros. Pasé por todas las emociones, sensaciones y estados de ánimo, algunas muy difíciles porque en el final sentíamos que era injusto que siguieran prohibiendo una actividad que se hace en el medio del mar y con tan bajo grado de contagio. Yo soy surfista amateur pero, a la vez, profesional, coach y hasta padre de un surfista. Necesitábamos volver al agua, a nuestro lugar, a nuestra pasión y profesión. Y realmente estos primeros días los disfrutamos muchísimo. Hasta revalorizamos lo importante que es, lo bien que nos hace y lo privilegiados que somos. Ahora, eso sí, tenemos que seguir siendo muy responsables y tomar todos los recaudos sanitarios como para no retroceder”, fue la primera reflexión de Passeri, rey vigente del circuito argentino y coach del Team Quiksilver-Roxy y director de la centro de alto rendimiento de surf (CEEIS) en el balneario Honu Beach.
Martín Passeri, el mítico campeón argentino, disfruta con su hijo Thiago (11 años), la nueva joya nacional, en el retorno al mar.
Lucía Indurain tiene 23 años, es bicampeona nacional y terminó séptima en los Panamericanos de Lima. Lo suyo fue duro porque, cuando empezó la pandemia, regresó del país de un torneo y tuvo que estar en aislamiento total. “Mi mamá me dejaba la comida en el pasillo y yo casi no salí de la cama. Ni sabía lo que me estaba pasando. Tal vez fue el peor momento”, recuerda. La cuarentena para un deportista profesional fue cruel. Y a ello se le suma ser un surfista de alma. “En mi caso fueron 88 días, porque Miramar fue Zona Blanca, sin contagios, y la prohibición se levantó antes, pero es demasiado para un atleta de alto rendimiento. Pero, cuando me di cuenta que venía para largo, me pregunté cómo quería tomar este tiempo, si me iba a deprimir o lo aprovecharía para crecer. Así fue que busqué mejorar en lo que tenía a mano, en la nutrición, en el entrenamiento físico y psicológico, en los detales… Cuando me enfoqué, eso me mantuvo entretenida y motivada para cuando se diera la vuelta del surfing”, explica. Y cuando le abrieron la puerta, salió corriendo hacia el mar. “Fue una sensación muy especial. De felicidad, claro. Pero también recuerdo que el primer día me fui de cabeza en las primeras cinco olas, mi cuerpo no estaba al ritmo (se ríe). Luego, poco a poco, lo fui retomando y ahora me planteo objetivos a corto plazo para ir recuperando mi nivel y estar lista para cuando vuelvan las competencias”, analiza la figura del Team Roxy, campeón a nivel nacional.
Selfie de Lucía Indurain, dos veces campeona argentina y 7ma en Lima 2019.